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Hace tiempo que queríamos visitar este restaurante, nos pareció interesante desde que oímos hablar de él, y claro, por fin pudimos coincidir un día Situado dentro de una urbanización, en la parte que las urbanizaciones suelen dedicar al deporte, con pistas de tenis y mesa de ping pong, dotado además de una piscina que a ojo parece tener dimensiones olímpicas, más una gran pradera de césped muy cuidado que promete una gran comodidad en verano, y con dotación como hotel rural Entramos a un agradable bar con barra y mesas de café con sillones, grandes ventanales luminosos, decorado con calma y sensibilidad, desde allí una puertas nos dan acceso al espacioso comedor, una decoración en continuidad con el bar, y los ojos nos arrastran al bosque habitado frente al que se asoma, tenemos el gusto y la fortuna de incluso mientras comemos, ver volar unos hermosos y majestuosos buitres, ingenuamente pienso que aunque la comida no fuera buena, solo estar en este lugar hace merecer la pena el viaje Decidimos probar el menú, el jefe de sala nos ofrece elegir entre dos primeros y dos segundos, ambos de cocina de mercado, ambos aparentemente sencillos, pero sabemos que lo que parece sencillo suele ser lo más difícil de llevar a buen termino, así elegimos cada uno de uno de nosotros un primero: coliflor rehogada con ajo y pimentón y perfecto de caldo de cocido con huevo escalfado, sencillamente no lo esperábamos, los dos platos son deliciosos, el huevo en un punto perfecto de cocción, yema líquida y clara completamente cuajada me habla ya de una muy buena precisión en cuanto a los tiempos, el sabor de la crema me lleva a un viaje de regreso a la infancia con toques de los hongos que tantas veces recogí en estos lugares durante mi niñez, la manera tradicional del rehogar en ajos y pimentón una tierna coliflor nos hace sentir agradecidos a esta cocina de tradición, de productos cercanos y fáciles Continuamos con dos segundos, que nos presentan con amabilidad sin prisas, guiso tradicional de rabo de vaca y filete de lubina en plancha Nuevamente, el enunciado de los platos es engañosamente simple, estamos muy acostumbrados a comer un rabo de vaca arrebatado, me explico, ocurre que queriendo dar un buen guiso de comer, se abusa de las cocciones rápidas (ollas en presión) esto si se hace mal, seca la carne, la convierte en fibrosa en este caso la sorpresa es enorme Un guiso de rabo de vaca tradicional, buenísimo, junto a una salsa trabajada, acompañada de patatas fritas cortadas en cuadraditos (nada de patatas congeladas) de esos cuadraditos cortados con cariño Y un filete de lubina, con la piel crujiente y deliciosa, servida con unos pimientos rojos en salsa templada que me encantan, también está claro dentro de la temporada Y por último, nos damos cuenta que no hemos hablado del postre, pero nos traen un mandarina, un cítrico que limpia el paladar para poder apreciar la textura y sabor de una grandiosa tarta de queso hecha al horno, con todos los aromas de nuestra ribera alcarreña Para acabar, nos prometemos volver, y además recomendar este lugar, os dejaré fotografías, nos pusieron un buenísimo zarajo como cortesía, en fin un lugar, para volver y para estar