3 /5
Valoración media
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Llamamos para reservar mesa unos días antes al aire libre para un brunch. No teníamos bono ni nada parecido, pero por lo que había leído habían dos turnos, a las y a las y así se lo hice saber a la persona que me contestó al hacer la reserva. Me comentaron que tenían para las el domingo, aunque nos apetecía el sábado pero aceptamos sin ningún problema. Al no comentarme nada sobre los turnos, entendí que teníamos dos horas para disfrutar del brunch tranquilamente. Y así lo hicimos. Tienen aparcamiento justo enfrente de la entrada, llegamos y nos atendieron fantásticamente. Pedimos un brunch Dragomar y un brunch Gourmet. El desarrollo del servicio magnífico. Tal vez tardó un poco el que trajeran la carne y los huevos, pero nada reseñable. Al final pedimos un barraquito y un café con leche para los que dejamos unos deliciosos pequeños dulces de manzana y chocolate que nos sirvieron al principio. Era la guinda del pastel. Mi pareja ya había terminado y yo estaba a medias de mi café con leche disfrutando todo el entorno, el relax y la tranquilidad del momento y ahí se rompió el encanto. El camarero se acercó a decirnos con muy buenas palabras y educación, eso sí, que nos fuéramos levantando que tocaba el turno de las Eran las y estaba a medias de mi café con leche. Habían dos mesas libres ya y nadie esperando. ¿Era eso necesario? ¿Qué iba a tardar, minutos más? Nadie nos avisó de que en una hora teníamos que consumir, cosa que veo necesaria, ya que ambos tomamos un brunch cada uno y uno de ellos gourmet, que supone algo más de tiempo disfrutarlo. El sitio, el atendimiento y el brunch valen mucho la pena, pero no creo que repitamos cuando se nos da sólo una hora para disfrutarlo. Si yo fuera ustedes me plantearía dar más tiempo o al menos avisar al cliente para que no se lleve está penosa sorpresa. Tal vez habríamos tardado minutos más y sentimos que nos estaban echando. ¡Qué desagradable situación!