Muy acogedor, habitaciones grandes y cómodas, con muchos muebles antiguos de madera (pero cuidados y muy auténticos) – en general se nota que el interior del hotel no es de Ikea y no fue comprado ayer, pero nosotros lo vimos como una gran ventaja. Personal muy amable (tuvimos una charla muy interesante sobre la vida y la historia de la región y nos dieron las ofertas de visitas patrocinadas a ciertas degustaciones y excursiones en la zona), buen desayuno de buffet libre, aparcamiento amplio en el patio interior del hotel. Se puede llegar a Potes (que es la mayor attracción turística aquí, creo) caminando por la acera ancha en minutos como máximo. Recomiendo.