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Reseña
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Visitamos este restaurante en febrero de 2016. La atracción era servir calçots, un plato catalán que solo se encuentra en temporada durante los meses de enero, febrero y marzo cada año. Son como una especie de cebolla, más grandes que los puerros y más pequeños que las cebolletas. Se cuecen a fuego fuerte para que estén completamente refinados y se sirven en un teja de barro retorcida. Todo muy rústico. Se comen de forma individual, cogiendo uno de las hojas y quitando la capa exterior quemada. Luego, se sumergen en una salsa especial y se comen con las manos. Es un proceso curioso y el restaurante ofrece a cada cliente un babero y una toalla. Fue una experiencia divertida. El personal fue m...