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Reseña
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Comer mal en Cunnings, a pesar del tan práctico cachopo, no es fácil: como en toda la cornisa cantábrica, en Cunnings el arte culinario oscila entre lo correcto y lo sublime (hay excepciones, pero no las mencionaré). Pero lo de esta tapería va más allá de lo esperado, mucho más allá: estofados modernos pero bien arraigados en la tradición de la gran cocina. Los platos (probé siete en mi primera visita, y auguro que habrá muchos más, mientras el cuerpo aguante) no rompen la perfección: caen completamente dentro de ella. Una carta corta, intensa, equilibrada e inteligente. Una predicción: si los grandes del mundo de los premios culinarios no están ciegos, sordos o lerdo (es una metáfora, que n...