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Reseña
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Era domingo y estaba hasta las narices de buscar un restaurante donde nos admitiesen más tarde de las tres y media, sin que lo consiguiésemos. Entonces me acordé del Ibarbia, donde hace más de 25 años paré a comer y me pusieron un chicharro a la plancha espectacular en todos los sentidos. Llegamos al restaurante, lleno hasta los topes y con gente esperando, y, abruptamente, porque ya estaba harto de preguntar, le pregunté al único y muy ocupado camarero que atendía la barra, “¿podemos comer?”, y él, muy serio, me respondió, “buenas tardes”. Por supuesto le pedí mil perdones por mi mala educación, y después de darle yo también las buenas tardes, me dijo, “ya les aviso”. Eran muy cerca de las cuatro y seguía entrando gente a la que anotaban en la lista sin poner ninguna pega. Hasta ahí todo perfecto. Y siguió siendo perfecto porque enseguida nos llamaron y nos dieron mesa. A pesar de que su inmenso comedor estaba lleno, la organización era perfecta, ¿y qué decir del menú? Pues que, aparte de tener un precio excelente, resultó exquisito. De la lubina, tan espectacular como el chicharro de antaño, casi no dejé ni las espinas. No sé qué demonios le hacen al pescado en el Ibarbia, pero está exquisito. Le pregunté al que parecía organizarlo todo y me dijo que era la misma receta de la abuela desde hace muchos años. Sin duda. En fin, un diez para este restaurante de Saltacaballo, para sus camareros, para sus cocineras, para su dueño y, cómo no, para la abuela.