Saliendo de Medina Azahara a las tres y media de la tarde y sin un plan de almuerzo, vemos el cartel de anuncio a la puertas de la ruina y dijimos: vamos allá. Gracias al poder de persuasión de mi amigo Rafa y de que propietarios y personal son buena gente, nos atendieron a pesar de estar lleno y de la hora tardía a la que nos colamos. No tuvimos que esperar mucho. Fue la mejor comida de nuestra escapada a Córdoba, abundante y exquisita, combinada con el agradable solecito de invierno y con un trato familiar y simpático de los que te hacen sentir como en casa.