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Reseña
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Un oasis vintage en el corazón de la isla, lejos de los complejos turísticos y la oferta prêt à porter que encontrarías en cualquier lugar de sol y playa. Cocina sencilla, a la vista, para gente sin prisa que es capaz de charlar mientras llegan las viandas. El risotto y las albóndigas exquisitos y la tabla de primavera toda una degustación sencilla de ensaladas, quesos y embutidos. Merece la pena probar los postres, nosotros, entre cuatro, pudimos degustarlos todos. Solo la fachada, con decoración art decó a la menorquina, es ya un anuncio del interior dividido en tres ambientes. El bar conserva el aire de las tascas de otro siglo adornado con pequeños tesoros vintage. Cuenta con un salón con chimenea que seguro es una delicia en los ventosos inviernos menorquines y un patio- huerto en el que cenar a la fresca en verano. Y, como siempre en Menorca, lo mejor las personas que hacen posible rincones así.