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Reseña
Cuando llegué, encontré el restaurante casi vacío y eso siempre me causa un poco de inquietud cuando visito un lugar, aunque no debería dejarme influir por el hecho de que esté lleno hasta el tope. Solo había algunos señores en la barra tomando algunas copas. Pedimos un poco de todo: de primero unos garbanzos y de segundo un cordero y un solomillo de carne con unas papas fritas como acompañamiento. Pero el segundo plato fue la cara y la cruz: por un lado, el solomillo estaba simplemente increíble, era un placer para el paladar y, dado su tamaño, me pareció razonable pagar ocho euros. Pero, por otro lado, el bacalao estaba despojado de sabor, lo que resultó ser una gran decepción de la noche;...