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Reseña
★
De vez en cuando, uno de mis restaurantes favoritos en Vizcaya. Me encanta su cocina, la mezcla de materia prima de excelente calidad con toques modernos que se fusionan perfectamente. Y cómo no, el otro gran atractivo de este restaurante es el entorno, tanto la antigua granja rehabilitada en la que se encuentra el restaurante como el marco natural que lo rodea, a los pies de la enigmática montaña Amboto ubicada al final del valle de Atxondo, en Arrazola. Aunque hay alguna señal e indicación en la primera cruz después de pasar el pueblo de Apatamonasterio, tal vez sea difícil de encontrar. Tiene un amplio aparcamiento, desde donde se puede acceder a través de un porche comunal a la enorme granja vasca que alberga el restaurante. Tiene un pequeño bar y un par de salas reservadas en la planta baja; es en el primer piso, después de subir unos escalones, donde predomina una imagen de mariñarri (ser mitológico de la cultura vasca que habita en la montaña del Amboto), donde encontramos una estancia hermosa y enorme sin igual. Es aquí donde se pueden apreciar los detalles y el esmero con el que este pueblo fue rehabilitado hace muchos años para convertirse en lo que es hoy en día, un restaurante de alto nivel que se come maravillosamente. La piedra de las paredes bien labradas, las vigas de madera, las nuevas ventanas, cortinas, el suelo. La decoración en general hace que uno se siente en la mesa muy a gusto, es una sensación muy agradable de bienestar. Es un restaurante de los que no fallan, aunque su precio sea algo elevado por persona con vino, la materia prima es excelente, hay entradas muy creativas y los segundos platos se sirven en muy buena cantidad; es decir, si compartes un par de entradas y pides un segundo plato, seguramente no cenarás por pura glotonería. Recomiendo probar el solomillo con crema de foie fresco y setas, las alcachofas con almejas, los chipirones de cerdo llenos de chiles (aunque la ración es pequeña, un verdadero placer cualquier pescado a la sartén, y después del postre, el helado de queso con frambuesas. Eso no tiene precio, una verdadera delicia, y eso que no soy muy de postres. Si pasas por la zona de Durango o Elorrio y no sabes dónde comer, vale la pena ir hasta el valle de Atxondo hasta el final y gastar unos cuantos euros más, es un restaurante especial, del que dejan huella.